Por Federico J. Cermelo*
No somos vulgares, somos pasionales. Vibramos nuestras emociones con intensidad, las caídas se lloran, se asimilan y también nos fortalece para los momentos de conquistas y alegrías. Lo que cuesta, lo que se gana con esfuerzo, con compromiso y sacrificio, genera orgullo y eso es lo que genera esta selección. Nos enorgullece porque nadie le regalo nada, porque se levantó después de muchas caídas y porque, como dice Soda Stereo a través del genio de Gustavo Cerati, “tarda en llegar, pero al final hay recompensa”.
Pocas cosas sino nada, nos movilizan en comunidad, sin banderas más que la argentina y con tanta felicidad. No existen barreras culturales, sociales, políticas. No importa la edad que tengas, donde vivís, como te autopercibis o que estudios tengas, la selección logró juntarnos a todos y todas en calles y plazas, en espacios públicos que son de la gente pero que a veces por prejuicios, temores o simplemente tiempo o gustos, no transitamos.
No importó la hora, las ocupaciones, las cargas familiares, los problemas, los miedos, todos y todas salimos a festejar, a canalizar su alegría mediante el canto, el llanto, la risa y el abrazo genuino con quienes veíamos al lado. Cantando, bailando, caminando; en auto, en moto, en bici; las plazas de nuestro país mostraron todas las postales habidas y por haber.
Mucha gente siguió este mundial de manera especial con ansiedad e intensidad aguardando, con mucha ilusión, llegar a esta instancia. ´´Abuela abuela..´´ fue uno de los hits de los festejos desde fases anteriores, los sub-36 que nunca habíamos visto a nuestra selección campeón del mundo lo vivimos con la felicidad de ver una película convertida en realidad; aquellos videos de Diego y compañía que no vimos porque nos habíamos nacido o no recordamos por la corta edad, cobraron vida con el mejor de los nuestros y del mundo, con Lio Messi, nuestro talento marplatense –de Mar del Plata al mundo- que nos salvó en los penales siendo el mejor arquero del mundial, el gran Dibu Martinez y toda la banda albiceleste.
Familias, juventudes, infancias; en la ciudad y en los pueblos, en las urbes y en el campo, en la ruta, en el mar y en el cielo; todos y todas gritamos campeón. Nos emociona conseguir algo que hacía mucho y por distintas circunstancias, no se nos había dado, pero también el esfuerzo de un equipo que trabajó como tal, con la genialidad del mejor del mundo, sumando cada uno sus individualidades y dando identidad a un juego colectivo de calidad técnica, dejándolo todo, con esa actitud que tanto nos gusta y representa.
No somos vulgares, somos pasionales. Vivimos el futbol en nuestra piel, porque el ídolo de todos los tiempos, el gran Diego ilusionó y emocionó a un pueblo que venía golpeado tras años de dictaduras y una guerra maldita. Maradona le pintó la cara en la cancha, con talento y astucia, y le ganó a quienes desde la cobardía y las armas nos quitaron ilegítimamente, no solo nuestras islas, sino también y lo más importante, la vida de nuestros pibes que fueron a dejar todo a Malvinas, que los lloramos y lo vamos a seguir haciendo sin olvido y sin perdón.
Hoy a más de 30 años de la hazaña de la selección del 86, con el mejor de todos, Lio Messi, y un equipo que lo dejó todo junto un entrenador y un cuerpo técnico con muchos de nuestros ídolos recientes, se impusieron ante las críticas mala leche de muchos –que igual son bienvenidos porque tenemos que tirar todos para el mismo lado- armando un equipo y un grupo humano que nos representa, nos emociona y consiguió la gloria eterna. A ellos, a Lionel Scaloni y todo el cuerpo técnico, también nuestras gracias enormes.
En estos tiempos, donde respiramos democracia, pero cargamos con una grieta que nos cansa, nos divide y nos baja nuestro ánimo y calidad de vida, esta selección nos invita a reflexionar sobre lo poderosos que podemos ser unidos, organizados y con método, cuando todos y todas tiramos para el mismo lado. Esa comunión colectiva, también nos emociona porque cuando vemos esfuerzo genuino con compromiso y sacrificio, elegimos creer porque tenemos ganas de hacerlo, solo necesitamos verlo para inspirarnos y confiar.
Que este logro, que nos movilizó tanto y nos encontró genuinamente a todos y todas, nos deje una lección como sociedad, para transitar armoniosamente un camino de prosperidad y unión con más empatía y menos violencia, con más tolerancia y menos grieta.
*El autor es abogado y Director del Observatorio de Familias y Juventudes de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.